Hace un tiempo que descubrí el arte de pintar Mandalas (o Mándalas, ambas son correctas en castellano), y la verdad es que la cosa funciona.
Pintar Mandalas es una técnica de meditación, pero al contrario que las típicas posturas de yoga que todo el mundo conoce, y que unos cuantos (cada vez más) practican, la meditación es, digamos, activa. Me explico: los Mandalas son unos diagramas que suelen tener forma de círculo, y que contienen una serie de motivos ordenados simétricamente en torno a un punto central.

Dicen los budistas e hinduístas que estos diagramas son círculos mágicos energéticos que tenemos anclados en nuestro subconsciente y que son una especie de representación del macrocosmos y del microcosmos.
Si miramos a nuestro alrededor, nos daremos cuenta inmediatamente de que estamos rodeados de Mandalas: una margarita, el rosetón de una iglesia, la mitad de una naranja abierta, árboles...
La relajación que consigues al pintarlos es brutal. Se trata de colorear una serie de Mandalas ya previamente diseñados, o de diseñar tú mismo uno, para más tarde darle vida con los colores que en cada momento sientas que debes utilizar. Eso es lo bueno de pintarlos, que dependiendo de tu estado de ánimo, puedes llegar a pintar un mismo mandala de infinitas formas diferentes: si estás contento en ese momento, seguramente utilizarás colores más vivos,y si en cambio estás enfadado, te aseguro que los grises, marrones y negros predominarán en la obra.
Todavía no he diseñado ninguno, aunque en breve intentaré hacerlo. Yo pinto Mandalas ya diseñados que encuentro en libros específicos sobre el tema. Tienes decenas de ellos a tu entera disposición. Abres el libro y te dejas llevar por tu interior. Éste te llevará a elegir el adecuado y a colorearlo de una manera más o menos compleja, dependiendo, como ya he comentado antes, de tu estado de ánimo.

Personalmente los pinto a lápiz, cera y rotulador. En algunos combino las tres técnicas, y en otros sólo utilizo una o dos. Depende del momento.
Hay días que estoy media hora, y otros hora y media. Hay días que acabo un Mandala en una sola sesión, otros los acabo en dos o tres, y otros los dejo a medias, porque me puedo pasar también semanas sin pintar nada.
Cuando acabo uno en varias sesiones, me doy cuenta de mi estado de ánimo en cada una de ellas: la parte que pinté el lunes tiene colores más oscuros que la que pinté el martes, porque el martes se me empezaba a pasar el gran enfado que llevaba encima 24 horas antes, y que definitivamente se me pasó el miércoles, día que utilicé por fin los tonos claros del azul y el verde.
Resumiendo, que los mandalas crean en mi un equilibrio y relajación mental, que, como he dicho al principio del post, necesito estos días. Os animo a probar esta técnica de meditación-creación a los que no la conozcáis.
